domingo, 4 de enero de 2009

El eterno regreso al sexo


Hoy ha salido en la revista semanal de El País un artículo sobre Catalina de Erauso, titulado "Mitad Monja, mitad Soldado". Nos cuenta que Catalina, de origen vasco, vivió como novicia en el convento de San Sebastián el Antiguo hasta los 15 años, en que se vistió de hombre y salió al mundo a luchar como soldado con su nueva máscara de género. Al cabo de unos años embarcó a América, donde formó parte de la conquista masacrando mapuches hasta alcanzar el grado de alférez. Finalmente, ya en Perú, decide quitarse la máscara ante un ovispo para evitar un juicio por disputas. Un exámen realizado por matronas determina que es un mujer biológica, a la sazón virgen, y es enviada de regreso a la antigua España. Lo más extravagante a nuestros ojos postmodernos es que, de vuelta en la vieja Europa, visita al Papa Urbano VIII, quien la protege y le permite seguir utilizando su nombre de hombre.

Ahora se publica una novela de Markus Orths, "La mujer travestida", basada en parte en sus memorias, versionadas por Thomas De Quincey, The Ensign Nun. (Este señor escribió también un opúsculo llamado "Confesiones de un opiómano inglés", y os prometo que vale la pena)


Esta historia nos recuerda que la diferencia sexual es una construcción histórica, que los conceptos de sexo y género han ido cambiado a lo largo de la historia. En la época en la que Catalina lucía calzas, jubón y greñas desmelenadas mientras se daba el lujo de escupir, eructar y beber como una cosaca, las definiciones de hombre y mujer no se hacían a partir de caracteres biológicos, sino de roles sociales. Hasta el siglo XVIII existía el modelo de un solo sexo, según el cual hombre y mujer eran dos caras de una misma moneda, dos versiones de un mismo cuerpo, desde la anatomía, la fisiología y la experiencia. Así, el útero femenino era un penis invertido, como se muestra en este dibujo de Andreas Vesalius, anatomista de mediados del siglo XVI, autor de De Humanis Corporis Fabrica (On the Workings of the Human Body):


El dibujo de la izquierda es una "vagina como pene", el de la derecha es una vagina y útero.

Hasta el siglo XVIII, la eyaculación femenina no era un cotilleo underground. Se sabía que las mujeres eyaculaban y sentían placer con el sexo. La diferencia entre hombres y mujeres se hacía según el género: había un género real y un sexo construído. Faltaba mucho para los diagnósticos de histeria y los análisis freudianos. (Quienes quieran más, busquen a Thomas Laqueur, o queden con alguna zorra o algún manolo que os muestre sus órganos in/out/per-vertidos. Entre otras muchas cosas, el sexo puede también ser intelectualizante)

A lo largo del siglo XVII va surgiendo un nuevo modelo anclado en la biología, en el cuerpo, que diferencia a hombres y mujeres según sus órganos sexuales, es decir, a partir de sus diferencias biológicas, a las que se añaden caracteres sociales impuestos: la mujer pasa a ocupar el rol pasivo (donante de óvulos para el mantenimiento de la herencia) y el hombre un rol activo. Frigidez frente a impotencia, histeria frente a control social, menstruación frente a eyaculación. El resto de la historia ya la conocemos, no?




Quizás esta entrada es puntillosamente académica, pero tiene que ver con quién escribe la Historia y quién protagoniza las historias, sin contar con la necesidad que tenemos de tener los ojos, los oídos, las vaginas y los culos bien abiertos.

Os dejo con una cita de quien es para mí una diosa de las palabras, la señora Úrsula K. Le Guin. Es parte del prólogo a su reconstrucción antropológica de un pueblo del futuro, llamada "El eterno regreso a casa" (Always coming home), ilustrado por Margaret Chodos-Irvine:

"Resulta difícil traducir de un idioma que no ha llegado a existir, pero tampoco hay que exagerar. Al fin y al cabo, el pasado puede ser tan oscuro como el futuro. El antiguo texto chino del Tao Te King ha sido traducido decenas de veces a los idiomas occidentales, y de hecho, los chinos tienen que traducirlo de nuevo a la propia lengua cada ciclo de Catay, pero ninguna traducción puede devolvernos la obra que escribió Lao Tsé (quien tal vez no existió). De lo único que disponemos es del Tao Te King actual. Lo mismo cabe decir de las traducciones de obras literarias del (o de un) futuro. El hecho de que todavía no hayan sido escritas, la mera ausencia de un texto para traducir, no representa una gran diferencia. Lo que fue y lo que podría ser se halla, como niños cuyos rostros no podemos ver, en brazos del silencio. Lo único que tenemos en cada momento es el aquí y el ahora."

3 comentarios:

Elisa Fuenzalida dijo...

Hola guapa. Me resultas muy familiar. ¿Te ví en La Revuelta Obscena? Estuvieron Diana y Majo, quizá por eso...Tendremos otra Revuelta este marzo, en la que esperamos contar con las Post Op para que presenten Piratte...si estás por Madrí, ya sabes...
Bexos guarros

HelenLaFloresta dijo...

esa vez m la perdi, pero t conozco virtualment xk visite tu blog y me encanto.. te descubri x el nombre, a quién más k a una zorra se le ocurre llamarse fatherfucker?

espero vernos en la prox revuelta

bsos warros 2

ITU dijo...

la historia de Catalina siempre me pareció inspiradora...por lo que veo también lo ha sido para ti jeje
mu bien dicho todo ;)