viernes, 26 de junio de 2009

La muerte me pisa los talones

Hoy toca llocar, porque, aunque la muerte también se muera, cuando te toca una muerte cercana, nuestro mundo occidental se cae a pedazos. Lorie Anderson dice en una de sus maravillosas canciones: "When my father died, it was like a whole library burnt down."

Mi padre murió el día en que yo cumplía 18 años. Desde entonces, el mes de julio es para mí el mes de la vida -mi cumpleaño- y la muerte -la de mi padre. En julio lloro y pataleo, río y me descalabro, celebro y suspiro... Pero este año, el azar, ese gran cabronazo, me juega una mala pasada: mi padre adoptivo se está muriendo de repente, sin ton ni son, enfermo de un día para otro, una persona tan sana que no soporta la enfermedad, algo que desconoce, y se entrega a la muerte, algo que sabe inevitable. Y mi hijo y su padre están allí, acompañándonle en su viaje, y yo estoy aquí, a más de diez mil quilómetros de distancia, con un ataque de angustia provocado por la impotencia de la no-materialidad.

Y en este día marcado en que unas manos generosas han conseguido la morfina letal, a mí me llaman para una entrevista de trabajo para cubrir el puesto más deseado de mi vida. Y de repente, en medio de la lucidez de la tristeza, sé que iré a esa entrevista a decir lo que he de decir para contentar oídos ajenos, pero que mi único deseo es ser aquella adolescente perdida acunada por aquellas manos generosas que ya no ocuparán un espacio en este mundo. Que mi triunfo europeo no vale una mierda, nada más que mi soledad y la angustia de estar lejos para siempre de todo. Que el dinero que he regalado hoy a Telefónica no entra en la estadística de la tristeza. Que mi huerto todavía no da frutos. Que mi libro está a medio camino entre la genialidad y el olvido. Que yo estoy en medio de un naufragio que en un par de días me será tan ajeno como la copa de vino que me zampo para conseguir oxígeno vital.

Y en este día de saudade profunda, me llama mi amiga que vive en Houston, de la cual hace un año que no sé nada, perdida en mis mudanzas, para decirme que me quiere y que, en cuatro días, estará a diez calles del agonizante anciano que me hizo de mi padre. El azar se redime y me deja entrever su benevolencia. No es nada personal. Como decían en mi pueblo perdido del culo del mundo, "para estar muerto sólo hace falta estar vivo".

Salud a quienes me leen, porque habitan el mundo de la vida. ¡No la desperdiciéis con rencores, venganzas ni temores! Otra vez Neruda: "de vez en cuando hay que darse un baño de tumba..."

3 comentarios:

Elisa Fuenzalida dijo...

Hola bonita. Me he quedado sin palabras.
Todos estamos más cerca del olvido que de nada. Es a dónde tiene que ir la memoria, como la vida hacia la muert. Sin embargo mientras estemos vivas, amar y que nos amen. Y amar es luchar.

Unknown dijo...

hhermosa helena tenemos que hablar ya lo creo oh yes
bueno te dejo esto pa que vayas viendo
http://ludditassexuales.blogspot.com
http://masculinidad-es.blogspot.com

Miss Violence dijo...

Querida Helen: la pérdida nos deposita un espacio que resulta intimo e incompatible, pero desde aquí te mando fuerza y un gran abrazo que vaya contigo, sin abrumar, en esta travesía. Va todo mi cariño hasta ti. Sayak