domingo, 22 de noviembre de 2009

jueves, 19 de noviembre de 2009

Una opinión





“La razón es la constante del tiempo”, me dijo un ingeniero de software alemán. “Para cambiarla…”
“…Hay que romper la constante”, le interrumpí.
“Exactamente”, me dijo con mirada cómplice y sonrisa de satisfacción.


martes, 17 de noviembre de 2009

Pequeñas obsesiones


Dos cosas que me estremecen:

Estos versos de Héctor Viel Temperley que encontré en el blog de Leo:
"y la palabra azulejo / traspasa todos los cielos."



Y cómo no:




Una vez, cuando tenía unos nueve o diez años, vi un pulpo inmenso bullendo en una olla. Sus tentáculos subían y bajaban a un ritmo candente, como si olieran el mar. Durante las horas que hirvió la olla, el pulpo no paró de bailar su particular danza del escape

Al final nos lo comimos. Pero yo siempre pensé que estaba vivo, y que esa carne tan extraña para mí paladar recién estrenado era de un ser vivito y coleante.
Demostrando mi salvajismo, me lo comí encantada.


Ahora veo los pulpos como la encarnación del deseo:
viscosos, flexibles, impredescibles, inapresables
y poderosamente inmortales.


Ya no tengo ganas de devorarlos, sino de disfrutarlos.


Y para disfrutar de los tentáculos musicales, escucho esto:




AGUANTE LUBNA!!

Hoy tenemos el placer, y porqué no, el terror, de celebrar el segundo aniversario de la entrada de Lubna Pornoterrorista al mundo intergaláctico.

Diana ha tenido la lucidez y el coraje de inventar un concepto: el pornoterrorismo. En esta cita podemos acercarnos a cómo lo ve ella: 

"¿¿Acaso hay fusión más hermosa que la de las palabras "porno" y "terrorismo"??"

":::: La erótica del terror, un terreno sin investigar que se abre como un cadáver listo para la autopsia. Del mismo modo que los funerales me dan risa, la imagen de un bello cadáver, en ocasiones, hace que se me mojen las bragas. La primera sensación es que nunca se podrá superar lo vergonzoso de la situación, la humillación impuesta por la sociedad cuando algo políticamente incorrecto nos seduce. Pero se supera, oh sí, se supera con la primera paja, con el primer acto de culto al terror. Es la única forma de vencerlo, dejándose seducir por él, siendo su tierna amiguita::::"

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Los conceptos proyectan su significado en el tiempo, haciendo estallar la acción. De allí su poder.

Quiero decir que las pequeñas costumbres, las reglas que crean hábito, los rituales cotidianos, pueden llegar a imbrincarse en un concepto: el de higiene, por ejemplo. La regla de lavarse los dientes, el no comer cerdo, el desayuno, pueden haber comenzado como normas de higiene. Pero cuando las repetimos miles de veces, dejan de ser un concepto. Actuamos por una idea que desconocemos, no criticamos, asumimos como dada.

La higiene es una de las prácticas del concepto de biopolítica (inventado por el señor Foucault), especie de política gubernamental sobre el cuerpo que busca "racionalizar" la vida de las personas. Es un concepto muy poderoso: la biopolítica gestiona nuestros cuerpos, nos dice cuándo morir y cómo vivir, organiza nuestras vidas como valores en bolsa. Pero cuando desayunamos, nos lavamos los dientes, damos la mano o nos duchamos, no pensamos que estamos practicando obediencia civil (a no ser que tengamos menos de 18 años o seamos frikis de Foucault). Lo hacemos sin más, porque siempre ha sido así.


Aceptamos la concepción del mundo que hemos heredado porque así nos la enseñaron. Y punto. Si la cuestionamos, tampoco nos alejamos del concepto: reaccionamos, nos negamos y nos situamos al margen, sin cambiar la idea originaria.

La buena noticia es que, si creamos un concepto, es decir, si instauramos nuevas normas, hábitos descontextualizados, rituales inventados, y los actuamos sin comparaciones ni explicaciones, reinventamos la acción. Y el concepto estalla porque crea nuevas acciones, más conceptos, disloca criterios indiscutidos, revoluciona el aire que respiramos y mueve el suelo que nos sostiene. Aterroriza. ¿A qué sí?

Y si ese terror va de la mano del sexo, ni te digo!

Eso es para mí Diana. 




¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Aupa Lubna!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Páginas amarillas

Revisando artículos antiguos salvados de decenas de discos duros muertos, me encuentro con un comentario sobre el Tratado teológico político de Baruch Spinoza, publicado en 1670.


Es bastante improbable realizar una lectura apresurada de esta pieza de museo, pero cuando se es joven, lo improbable adquiere la substancia viscosa de lo real. Así fue cómo, a los veinte años, pasé una larga serie de horas oscuras al amparo de las releídas páginas de este tratado de ética en aquella biblioteca oscura y con olor a humedad atiborrada de libros de páginas amarillas.
La dictadura militar de Videla y sus seguidores habían prohibido hasta El Principito, pero nada sabía de la existencia de ese tal Spinoza, y mucho menos sospechaba que un Tratado teológico pudiera ser subversivo. Hay que darle muchas vueltas al pensamiento para llegar a una comprensión subversiva de la idea de que el mundo es Dios, pero cuando no hay pan, buenas son las tortas. 
 En aquella época turbulenta, nuestro tiempo se retorcía en bares y asambleas, el horno no estaba para éticas. Así nos fue... Encerrarse en una biblioteca a leer un tratado que explicara la existencia de Dios era peor que una herejía: un acto contrarrevolucionario imperdonable. 


Pero yo guardé mi secreto, e hice de aquel descubrimiento un viaje en el tiempo. Cobijada por una lógica geométrica que demostraba el sentido del Universo, su idea del hombre feliz me invadió de una sensación de seguridad, más allá de un sinfín de preguntas. Al releer el artículo, siento mi mirada ávida sobre las líneas confusas, el aire cargado de la biblioteca, las luces tenues.


En mi interpretación febril del texto del judío excomulgado y desterrado, puse a danzar juntos a Shakespeare y  Maquiavelo, a Nietzche y Etienne de la Boétie. 

Reproducir aquí todo el artículo sería más infame que explicaros mis devaneos polisexuales, y mucho más aburrido. Sin embargo, y antes de correr a currar, no puedo reprimir el deseo de despertaros con el Discurso contra la servidumbre voluntaria, o Contra el Uno, panfleto olvidado de Etienne de la Boétie que deberíamos leer cada día antes de acostarnos, para soñar con la libertad, o mejor, antes de ir a trabajar, para recordarnos la necesidad de la desobediencia.






domingo, 15 de noviembre de 2009

Leónidas Lamborghini

Ayer murió Leónidas Lamborghini

En un post viejo colgué dos de sus comiqueos, género irónico a medio camino entre la poesía gauchesca y la tragedia shakesperiana.


Aquí va otro, que leo como una despedida a Walter Benjamin, que se suicidió en Port Bou, en la frontera entre la huída de los nazis y el viaje a América:


Comiqueo de Benjamin

-Trepo por la ladera, acorralado,
por ideas de muerte y de tortura:
huyo hacia la frontera, qué me queda.
Nada me queda ya; con mi valija
trepo como una cabra algo extraviada;
aquí pongo este pie, vacilo, pongo
el otro; trastabillo, doy en tierra,
caigo, me levanto, el miedo me levanta
aunque sé que mi chance es casi nula.
Huyo de la barbarie pero entiendo
que barbarie y cultura una sin la otra
no pueden concebirse; no hay escape:
y este horror en la frontera me abatió.

(De El Arte del bufón)


 

Y un pedacito de una entrevista de Daniel García Helder publicada en Diario de Poesía, nº 38, Buenos Aires, invierno de 1996:
El otro día, un domingo, estaba en casa de unos queridos amigos. Pasaban un documental de Río Turbio actual. Porque se supuso, cuando en los años 50 se descubrieron los yacimientos, que eso iba a ser una palanca de riqueza económica para el país. Pero después se abandonó el proyecto, se lo saboteó, hasta llegar al presente. Mi amigo se empezó a reír. “Mire, Lamborghini, ja, ja, ja…” ¿Y qué se estaba mostrando ahí? Un puñado de obreros trabajando en un túnel, abandonados de la mano del gobierno a los que de tanto en tanto se les alcanzaba un pedazo de pan. Obreros, los que quedan, que ganan cien pesos al mes, y que mueren a razón de dos por año por enfermedad o accidente. Esa parte del documental se titulaba “La noche eterna” porque en Río Turbio se vive a la luz de las velas. “Mire, Lamborghini, ja, ja, ja…” Menem en campaña, para recoger votos, prometiéndoles que todo eso se iba a recuperar. Y los obreros creyéndole. Y votándolo. “Ja, ja.” La esposa de mi amigo le soltó entonces: “Che, ¿de qué te reís?”. Y yo me escuché explicándole: “Mirá, es una risa que sangra, él sangra por esa risa, esa risa es una herida”. Y de eso se trataba. En vez de lágrima era distorsión: “tanto dolor que hace reír”, dice Discépolo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Master en Corrupción


Un activista de Honduras que estuvo recientemente de "gira" por Europa me dijo una frase que viene muy a cuenta en estos días: "He venido a la escuela de la corrupción". Yo diría que más que la escuela, esto es la universidad.

Estas semanas los diarios nos bombardean con detalles sobre lo que llaman "tramas de corrupción", es decir, la clase política española llenándose los bolsillos a costa de la ciudadanía. Es difícil entender y, sobre todo, recordar, quién robó qué para quién, teniendo en cuenta que las tramas en cuestión no paran de brotar como los hongos.

Lo que más me preocupa del tema es que, entre tanta trama, una tapa a la otra y acabaremos por olvidarlas a todas, sepultadas mútuamente por nuevos descubrimientos de corrupción. ¿Y qué pasa con los ladrones? ¿Cae sobre ellos el peso de la ley de la misma manera que sobre el resto de los mortales? Por poner un ejemplo, ¿qué pasó con Javier de la Rosa, calificado por Jordi Pujol como "empresario modelo"? Tras un juicio que duró más de 10 años se le condenó a 3 años de prisión tras reconocer que había robado 70 millones de euros de las arcas de Gran Tibidabo, entre otras pequeñas cosillas, pero se le absolvió del delito de fraude fiscal. ¿Os parece proporcionada la sentencia? En el caso estaba implicado hasta el rey, pero como es intocable jurídicamente por la misma Constitución (ni que decir, por la prensa) nunca sabremos cuál fue la verdadera implicación de este venerable señor. ¿Se quedó con el dinero o no tuvo nada que ver? Nunca lo sabremos...

Me pregunto cómo es posible que las cosas lleguen a estos extremos sin que nadie se diera cuenta antes. ¿Cómo es posible que yo, una pringada que ha estado más de la mitad del año en paro, tenga problemas para presentar la declaración de Hacienda? ¿Cómo es que Hacienda es tan quisquillosa con una tía que ingresa una miseria y se le pase por alto los miles de millones de euros desaparecidos de un ayuntamiento?

Pues parece ser que los ayuntamientos no son fiscalizados por Hacienda, sino por la Sindicatura de Cuentas, el ente censor específico de las finanzas públicas catalanas. Toma paloma. Qué buena idea, ¿no? Y si, por una de esas casualidades alguien, por honestidad (para quien haya olvidado su significado) o porque  no se siente lo suficientemente untado, decide investigar cuentas públicas, debe presentar un informe al Parlament. Parece ser que sobre el Ajuntament de Santa Coloma habían recaído sospechas de corrupción, por lo que se presentó un informe detallado al Parlament, pero o bien no se lo leyó nadie o bien quien lo leyó decidió correr un tupido velo. Lo mismo pasó con el Palau de la Música: informe y silencio.

Lo que no me queda claro es qué instrumentos tiene la ciudadanía para fiscalizar o exigir cuentas a la clase política. ¿Cómo es posible que cada uno de nuestros más que vanales actos, políticos o no, sean supervisados por la autoridad o por su apéndice, la cámara, pero que la clase política haga lo que le salga del culo? No nos dejan ver según qué películas ni podemos follar cómo ni con quién queremos por razones de ética; ni comer determinados manjares o ingerir ciertas sustancias, por razones de salud pública; no nos está permitido utilizar el espacio público sin cumplir unos reglamentos que se alejan considerablemente de nuestras necesidades, como por ejemplo, jugar a la pelota en una parque o beber una cerveza en una plaza.; no podemos decidir sobre nuestros cuerpos con responsabilidad ni expresarnos libre y respetuosamente sin que nos caigan encima una horda de rapaces censuradores. Muchos de nuestros actos cotidianos son considerados una amenaza a la paz social. Pero robar miles de millones de las arcas del Estado parece ser condición sine qua non para presentarte a las elecciones.

Me pregunto qué separa a la clase política europea de la africana, tanto que les gusta dar consejos sobre el saboir faire. África y Latinoamérica aprendieron muy bien la lección del maestro: todos para uno y uno para su bolsillo.