sábado, 15 de mayo de 2010

Rarezas

Ultimamente pasan cosas muy raras.


 Estoy leyendo al sol. ¡Al fin primavera! Entro a buscar unas gafas de sol. Cuando salgo está lloviendo: una nube se ha instalado sobre mi tejado y descarga unos goterones inmensos. Apenas me da tiempo a recogerlo todo y correr adentro. No pasa nada. Será la nube volcánica, o el cambio climático, o ángeles con un cabreo endémico. Cosas incontrolables, más allá de mi comprensión.

Una vez dentro, no puedo contener situarme frente a la pantalla. Abro el blog y me encuentro con el flyer de la Cafeta Patológica, a la que fui anoche. Allí las cosas eran mucho más raras que este tiempo extravagante (Ha dejado de llover, vuelvo a salir al sol). Había una cena vegana exquisita. Luego Carolina dio una charla sobre la diversidad sexual y la importancia de poner la lucha por las libertades sexuales al mismo nivel que la lucha libertaria. Una observación muy pertinente, ya que el grupo que asistía se autodenominaba libertario (esto también me parecia raro: ¿cómo se sabe cuando se es libertario? Yo no lo sé.. creo que soy bastante normativa en tantísimas cosas, pero luego escuchando a la gente me sentía más rara que perro con diez patas). Carolina habló sobre cuán internalizadas y aceptadas tenemos las normas del género y la sexualidad y lo que ellas implican a todos los niveles de la existencia y sobre la necesidad de cambiar estos esquemas de opresión. Utilizó como argumentos de este control sobre los cuerpos la patologización de todo lo alieno a la norma: la intersexualidad, la transexualidad, las identidades que escapaban a hombre-mujer/masculino-femenino.
A la hora del debate, la gente demostró que Carolina llevaba una gran verdad: somos muchísimo más normales de lo que creemos: aceptamos la separación del mundo entre hombres y mujeres, gente blanca y de color, feminino como opuesto a masculino, dócil frente a fuerte, debilidad versus poder, la pareja como la unión de un hombre y una mujer, la mujer como encarnación de la bondad, la belleza, la suavidad y la sensualidad; el hombre, como la encarnación de la guerra, el poder y la fortaleza. Nuestra pequeña razón binaria nos hace perdernos un abanico de posibilidades infinito... Y esto se demuestró claramente en la utilización de un lenguaje y una forma de debatir más propia de los bares de borrachuzos de La Floresta que de un ambiente entendido como "liberado". Todo esto me hacía sentir muy rara, completamente fuera de lugar, casi asustada... Había gente hermosa que daba su opinión desde la experiencia, que se hacía preguntas, pero siempre desde el lugar asignado de hombre o mujer, monógamo o hetero, desde su encierro corporal en esa fortaleza que teme al sexo casi tanto como lo desea.
Pero lo más raro de todo fue que un individuo bastante alto, con unas gafas que le cubrían casi todo su rostro de muñeco de película de terror navideña, tomó la palabra y la transformó en grito. Aullaba indignado por los derechos de los Hombres, catalogó la dominación en el mundo como femenina, y se enfandó ante la posibilidad de que la testosterona fuera considerada una hormona del poder, ya que los Hombres no son quienes tienen el Poder. Así habló, pero más feo y a los gritos. A su lado, un individuo amigo suyo, flaquito y con barba, soltaba otras joyas por entre su sempiterna sonrisa impostada de película de terror cirsense. También de pie y a los gritos, decía cosas como: "Sé tú mismo" (¿¡); "Una publicidad de Kalvin Clein con un tipo en calzoncillos en la Rambla es revolucionaria", y así.
Lo realmente raro era que esos tipos estuvieran allí, en una Kasa en medio de un grupo libertario charlando sobre libertad sexual. Lo atroz era que les dejáramos ocupar el espacio sin rechistar, permitiéndoles destrozar la conversación hacia derroteros absurdos. ¿Alguien se imagina a un ateo en medio de la misa, tapando el sermón del cura a chillido limpio argumentando la inexistencia de Dios? Para quedarme más tranquila, decidí que los tipos eran secretas. De allí su rareza. Desde este punto de vista, lo hacían muy bien, aunque no sé qué buscaban allí...

Yo me sentía muy rara. Me imaginaba hablando yo misma ante un público hostil. Me debatía entre, por un lado: "¿Para qué? No hablamos el mismo lenguaje. ¡Qué cansancio! No quiero convencer a nadie, quiero vivir"; y por otro: "Qué bueno que Carolina organice esta charla, tan necesaria entre el colectivo libertario. Seguro que le abre más de una puerta a alguien." Pero no me decanté por ninguno de estos dos argumentos: los dos bailaban en mi cabeza por igual.

Y así me retiré, con la sensación de extrañeza por saberme en un ghetto que me protege y me permite ser, donde bailo a mis anchas, y la necesidad de saber discurrir por entre los caminos de la normalidad sin que me destruyan. Más de una vez deseo abandonar estos caminos y quedarme tranquilamente instalada en el ghetto. Pero me aterran ver que el ghetto no somos tres ni cinco ni siquiera veinte... No hay espacio completamente despojado de esa normalidad invasiva que nos corroe los intestinos y las relaciones, contamina nuestros actos y deseos, pervierte nuestra soledad y nuestra rutina... No hay ghetto: sólo hay cosas raras que a veces, muy a menudo, nos pasan a quienes miramos por el rabillo del ojo... 


Y para rematar con una rareza: hace más de diez días que no bebo alcohol ni consumo productos de origen animal. Me estoy desintoxicando. Aunque la cantidad de toxinas que estoy expulsando es tan monstruosa que quizás esta cura deje los hábitos para transformarse en rutina. Y eso sí que será rarísimo...

4 comentarios:

Pat dijo...

supongo que en eso consiste... en seguir viendo por el rabillo del ojo...

me ha encantado (y "entristecido", claro, cómo no...) :-) esta entrada...

besos...

HelenLaFloresta dijo...

sí, Pat, es triste y bonito, como todo lo que no entendemos desde la razón pero sí con el cuerpo...

besos!

Unknown dijo...

zorri y las toxinas que vas a escupir aun
ojala se te haga practica por que no
igual el acetismo puro no existe todo es droga
el veganismo tambien
me encanto la entrada miss u leo

HelenLaFloresta dijo...

amor, pues yo estoy feliz con este nuevo hábito... y lo más gracioso, el pendejo también. así que, intentando no caer en la obsesión -que es lo mío, como de toda luchadora que se precie- lo mantendré con licencias estrictas...

besos en la boca y el culo