martes, 21 de diciembre de 2010

Cristo, Hijo de Dios

-¿O no se funda la justicia en la creencia y el verbo, igual que la religión? Hay una ficción judicial como hay una historia sagrada y en los dos casos creemos sólo en lo que está bien contado.

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- (..) sólo un pequeño grupo de iniciados, una extrema minoría, puede guiarnos a las altas verdades ocultas. Pero ese círculo iniciático de conspiradores -que comparten el gran secreto- actúa con la convicción de que hay un traidor entre ellos y por lo tanto dice lo que dice y hace lo que hace sabiendo que va a ser traicionado. Lo que dice puede ser descifrado de múltiples formas, e incluso el traidor desconfía del sentido expreso y no sabe bien qué decir o qué delatar. Así puede entenderse que de pronto ese joven predicador palestino -un poco trasnochado, medio raro, que ha abandonado a su familia y habla solo y predica en el desierto, curador, adivino y manosanta-, que en su oposición al ejército romano de ocupación anunciaba un reino futuro, proclama qu él es el Cristo y el Hijo de Dios. (...) Por otro lado, posiblemente eran una secta de comedores de hongos. Por eso se retira Cristo al desierto y recibe a Satanás. Esas sectas palestinas -por ejemplo los asenios- comían hongos alucinógenos que son la base de todas las religiones antiguas, andaban por el desierto alucinados, hablando con Dios y escuchando a los ángeles y la hostia consagrada no era más que una imagen de esa comunión mística que ataba entre sí a los inciados del pequeño grupo...

Ricardo Piglia, Blanco nocturno

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