martes, 15 de febrero de 2011

Barcelona, ay Barcelona, qué miedo das. Como todo lo que queremos y creemos conocido y, a la larga, se nos demuestra desconocido. Entonces dudamos. De todo: el ser, el sol, el aire, el pan. Y la noche contrata al miedo como timonel y las tormentas rompen las velas y el amanecer no trae más que gaviotas hambrientas y naufragios de sueños
Hace años intento conquistarte, yo, temeraria enemiga de las conquistas. Y cuando te me rebelas indiferente, hostil, agresiva, árida, deseo alejarme y, por revancha, me quedo.
Me enamoraste desde que te sentí, hace ya veinte vividos años. Pero abomino del romanticismo. Y giré la cabeza pa otro lado. Si estaba en la montaña miraba al mar. Mientras buceaba, olía bellotas. Pero, como todo lo que nos fascina, volvía del oxímoron doblemente satisfecha: oteando las olas desde lo alto de las encinas, soñándome sirena sin saber nadar.
Hoy nos hemos cruzado. Te detuviste a mi lado. Por un momento, creí que ibas a saludarme. Pero tenías la mirada velada. Esperé, sin tocarte, como si me diera igual tu indiferencia. Entonces, cuando ya te daba por perdida, levantaste el velo y allí estabas: los ojos de camello, cansados de esperar. Levantaste el brazo y me rozaste el hombro.
Te vi alejarte lentamente. La espalda vencida, el andar cansado. Antes de doblar la esquina giraste la cabeza y dejaste caer una mirada esquiva.
Y eso fue todo. Amor a última vista, que dicen.

2 comentarios:

v V¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨ polarporn dijo...

mejor amor a ultima vista que el polvo más triste del mundo...

HelenLaFloresta dijo...

verdad... aunque ahora que lo dices, quizás he preferido una versión romántica de la historia para quitarle hierro al asunto, porque no sé si es la resaca o el día nublado, pero tengo más la sensación de peor polvo del mundo que de amor a última vista... intento ser pragmática, digamos...