“El
terrorista aducirá siempre motivaciones o fines que puedan abrirle
la posiblidad de la evasión justificante (...). Intentar justificar
el terrorismo por las razones que lo motivan es echar agua por el
molino de este comportamiento criminal que, en última instancia,
resultaría así justificado por la alegada legitimidad moral de sus
causas u objetivos.” E.
Garzón Valdés, Calamidades. BCN, 2004
“el terrorismo es esa actividad criminal organizada y dirigida a
intimidar a un sector de la población con vistas a obtener fines
politicos”. Aurelio Arteta, “Terrorismo local y responsabilidad
ciudadana”, Claves de Razón Práctica, marzo 2005
Cuando
miro las películas ambientadas en el período de entreguerras
siempre me pregunto: “¿cómo no se daban cuenta de la que les iba
a caer?”. Ingenuidad. Siempre es así: pretender que el statu
quo, nuestras vidas tal como las conocemos,
han sido siempre así y así seguirán es uno de los pilares de la
transferencia de responsabilidades a la clase política, es decir, la
democracia parlamentaria. Que especialistas en dirección de rebaños nos administren y gestionen las vidas, que tenemos cosas más importantes que hacer. Delegar, no ejercer: así se organiza
nuestra sociedad. Por eso, el “no nos representan” no es nuevo: tampoco lo
hacían antes del desastre financiero. De allí el desastre
financiero. Pero la gente, alejada de la política, bajaba la cabeza y se comía el marrón. La cosa es que ahora el marrón sabe a caca, y las nucas duelen de tanto mirar para abajo.
En
países curtidos en dictaduras, la clase política lo sabe y por eso
apela constantemente al populismo. Ahí estaba ayer la presidenta de
Argentina, Cristina Kirchner, denunciando en la ONU la represión
policial en Madrid, como si el gobierno argentino fuera un ejemplo de
democracia parlamentaria representativa y pacifista. Pero aunque en
España deberían tener el PhD en dictaturas, la clase política
actúa como esos catedráticos que de tanto creerse que lo saben todo
ya no estudian nada y acaban siendo más ignorantes que sus alumnos
de primer curso.
Sin embargo, a pesar de que la conciencia popular sobre la estafa de la democracia va en aumento, creo que la cosa es grave: no sólo la represión policial de
ayer, que ya se veía venir (¿para qué sino los 1350 antidesturbios
desplazados desde todo el Estado?), sino por la actitud de la prensa
y la clase política. La única cadena de tv que transmitió lo
ocurrido fue la Sexta, que de premio se llevó un periodista
herido. Las imágenes captadas en la estación de Atocha por unos
fotógrafos son espeluznantes (ver Periodismo Humano),
pero sólo podías enterarte de lo que pasaba través del streaming
y el twitter. Grande el trabajo de http://www.livestream.com/spanishrevolutionsol y del Setmanari Directa. Por un lado, profesionales independientes se jugaban su
integridad física en medio de las cargas policiales; por otro, la editorial del 25s de El País apuntaba “Las
manifestaciones, que la democracia ampara, no pueden usarse para
deslegitimarla”. Como si manifestarse fuera una deslegitimación de
la democracia, como si la interpelación a quienes tienen un escaño
en el Parlamento fuera un reclamo de golpe de estado en lugar de una
manifestación de la opinión de la ciudadanía sobre las decisiones tomadas por unos pocos que afectan a la mayoría, como si cubrir el
evento significara tomar parte de un atentado terrorista y no una
responsabilidad profesional.
Y con respecto a la clase política, sólo decir que minutos antes de que los antidisturbios dispararan indiscriminadamente balas de
goma en los andenes de la estación de Atocha, los 50 diputados de
los 350 que deberían haber estado en la sesión plenaria, salían
caminando por la puerta de atrás del Congreso. Uno de ellos, el
catalán Josep Sánchez Lliure, de CIU, incluso se sacó una foto con
un diputado del PP con los antidisturbios de telón de fondo.
Y aquí
viene lo que me parece más preocupante, la pregunta del millón: en
las próximas y ya anunciadas elecciones en Cataluña, ¿seguirá la
mayoría dándole su voto, único momento de participación política
para muchísima gente, a CIU? ¿Será la ciudadanía consecuente con el 25s y castigará a la clase política de la única
manera hasta ahora eficiente que la mayoría conoce? Y respecto a los
medios de comunicación, me pregunto si la gente que vivió en carne
propia la represión del estado sobre la población en la jornada de
ayer seguirá creyéndole a los noticieros, los periódicos y las
radios; si seguirán participando de esta mentira o, finalmente,
decidirán coger las riendas del carro y llevar la política y la información a la
acción cotidiana. Me pregunto si toda la gente estafada y
deshauciada seguirá llevando su dinero a los bancos para que se lo
administren o comenzará a apostar por otros tipos de economía. Este
es el desafío: la democracia no se pide, se ejerce. Reemplazar los culos
que ocupan hoy los escaños del Congreso no encaminará la democracia
hacia puerto seguro. La política es una acción cotidiana, no un reclamo ocasional.
Por eso, de todas las imágenes que vi ayer me quedo con esta:
2 comentarios:
He descubierto tu blog y me ha gustado mucho este texto, que plantea preguntas que muchos nos estamos haciendo. Ahora en Cataluña se nos ha sumado el asunto de la independencia, no sabemos muy bien para qué: a mi no me parece que sea para construir una nueva democracia ni un estado que tenga prioridades distintas al presente, sinó quizás todo lo contrario. (La anécdota de Sánchez Llibre es sólo una anécdota, pero sirva para ver qué tipo de gente tenemos sentados en las butacas del Congreso).
Posiblemente dentro de 20 o 30 años quiénes lean lo que vivimos nosotros ahora también se preguntarán qué nos pasaba.
En mi blog planteé alguna reflexión sobre el tema:
http://mildimonis.blogspot.com.es/2012/09/hoja-de-ruta.html
hola lluís, he leído tu post y, por los comentarios, veo que desgraciadamente la cosa está grave: mientras que tú planteas la pregunta por la legitimidad de la clase política, muchos comentarios te acusan de anti-independentista. La política del blanco y negro otra vez, la gente dejándose manipular por unos ladrones de tres al cuarto (el ejemplo de Sanchez llibre es anecdotic, però malauradament representatiu: un dels lladres que ens governen, investigat per corrupción)
el caso del reclamo independentista en cataluña es paradigmático: pedir algo que no está organizado, reclamar un deseo (más allá de su legitimidad) como si fuera una rabieta; exigir, que ya organizarán la cosa quienes saben hacerlo. Sin asumir responsabilidades lo único que conseguiremos es que nos sigan estafando...
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