Hace unos días tuve la (des)oportunidad de tener una entrevista con dos pesos pesados del feminismo nacionalista con el fin de establecer alianzas para la realización de unas jornadas protagonizadas (en todos los sentidos del término) por un grupo bastante desparejo de gays, lesbianas y transexuales, artistas y activistas en situación de precariedad y con unas ganas enormes de crear formas de vida vivible y defenderlas hasta el abandono de toda seguridad individualizada. Cómo explicaros mi estupor al comprender que, una vez más, el rabillo del ojo me denunciaba como sospechosa advenediza. Esa mañana me enteré que el feminismo venía definido por la misma biología que intenta dividir al mundo en dos: hombres a la fila de la derecha y mujeres a la de la izquierda.
Mi primera reacción fue el silencio post_traumático. Acto seguido, rabia en formas de espadas proyectadas por mis pupilas vidriosas. Luego, darle vueltas a una serie de argumentos para fundamentar mi derecho a reivindicarnos como feministas (o post_feministas, como le quieras llamar) a pesar de que varios miembros del grupo lucieran un miembro que le cuelga entre las piernas. Miembro a veces biológico y otras adquirido en el sex_shop más barato del barrio. O de venir acompañado por un precioso par de tetas.
Esa tarde no pude dormir la siesta. No es muy grave, pero sí lo suficiente como para que mi cerebro haya elucubrado mil y una estrategias para darle vuelta a la tortilla (ya que a algunas tortilleras parece que no hay manera de cocerlas de los dos lados).
Sé que este sarcasmo puede herir algunos sentimientos, sobre todo por la carencia de detalles, pero me disculparé burdamente argumentando que la política tiene muchos laberintos y que a veces hay que recoger el hilo de Ariadna en solitario. Lo que sí pediria a quienes lleguen a leer esta entrada es que me ayuden a definir qué significa feminismo en un país meditarraneo a principios del siglo XXI, en los inicios de la crisis del neoliberalismo feroz y en pleno auge de la tecnocracia biotecnológica.
Hoy, afortunadamente, me ha llegado esta Declaración de Travestis Feministas leído en el
EFLAC por Lohana Berkins, de la Asociación de Lucha por la Liberación Travesti (Argentina), en la plenaria final del XI Encuentro Feminista de Latinoamericano y El Caribe. México D.F. Marzo de 2009.

Estimadas Compañeras
Las travestis, transgéneros, transexuales y mujeres que tenemos la dicha de compartir este espacio con todas celebramos la realización de este evento y sobre todo celebramos la presencia de todos los feminismos y todas las feministas.
No somos ni nos consideramos nuevos sujetos o nuevas sujetas del feminismo. Somos diversas travestis, transexuales, transgéneros, muxes, mujeres, vestidas, parecidas, colitas y los miles de nombres distintos que toman nuestras identidades, Estamos aquí porque como todas la presentes, somos feministas cada una a su modo y gusto.
También somos lucha, resistencia, nombres propios, somos cuerpos y pasiones feministas enfrentando al sistema patriarcal que nos oprime a veces de manera idéntica y otras veces de manera diferente a como oprime a cada persona, sujeta o sujeto que no encaja en sus parámetros normativos de privilegio.
Levantamos todas las banderas de nuestras luchas: por la despenalizació n del aborto, por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros placeres, sobre nuestras sexualidades, sobre nuestras historias, sobre nuestras identidades.
Condenamos la trata y la explotación infantil, somos personas que el patriarcado pone en situación de prostitución, pero que no aceptamos la prostitución como un destino, exigiendo que se nos reconozca como fuerza productora de trabajo.
Somos feministas de la diferencia y también de la igualdad, feministas de la autonomía. Autonomía de los poderes para decidir sobre nuestros propios cuerpos, a transformarlos, a travestirlos.
Somos lesbianas, heterosexuales, travestis, transexuales, bisexuales, transgéneros, intersex. Somos las que nos enfrentamos al patriarcado todos los días en todos nuestros actos.
Somos negras, indígenas, mujeres judías y palestinas, somos putas, somos pobres, campesinas, somos jóvenes, somos viejas, somos feministas de todos los colores existentes
Rechazamos la criminalidad de nuestras identidades a través de leyes represivas, códigos contravencionales, códigos de faltas o cualquier otra ley basada en pretendida moral y las buenas costumbres,.
Rechazamos todos los fundamentalismos aun los propios que sostienen el biologicismo como un destino e invitamos a desdibujar los márgenes de los cuerpos, las subjetividades. Los deseos.
Exigimos que se reconozca nuestra historia y nuestro activismo, contra todas las opresiones, no solo por quienes nos oprimen sino entre quienes son compañeras de lucha. Exigimos también estados laicos porque entendemos que sin la injerencia de la religión muchas opresiones dejarían de existir.
Exigimos derecho a la educación, a la salud, a la vivienda para todas nosotras como un derecho humano inalienable, porque defender los derechos humanos de mujeres travestis, transexuales, lesbianas, vestidas, colitas y tantas más, es defender los derechos humanos.
Celebramos la presencia en este encuentro de las artistas y en especial de las cabareteras porque creemos que el humor y la irreverencia son profundamente feministas.
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Es triste que no se extienda la mano amiga para ayudar a otra a salir del pozo de la marginación, que se sospeche de nuestras intenciones justificándose en la misma biología que nos separa en categorías psiquiátricas, que se oculten miedos ancestrales detrás de una serie de normas que son la misma fuente de esos miedos, que no se entienda que cobrar por chupar una polla puede ser entendido desde un prisma de puntos de vista tan amplio como el ocupar un confortable despacho institucional.
Aquella tarde, cuando llegué a casa y mi hijo me preguntó porqué estaba tan enfandada, intenté explicarle entre improperios que me sentía discriminada por las feministas, igual que lo siento por los agentes de la cooperación internacional con respecto a mi condición de inmigrante, y que los machorros cuando entro a un bar. Creo que el pobre chaval, una vez más, no entendió nada... ¿Alguien me puede echar un cable?